EL DESTINO

Es curioso el destino, sus hechos son implacables, y sobre los que poco o nada podemos hacer. Y yo me pregunto: ¿para qué? Simplemente es algo que esta ahí y que debemos aceptar, como peaje por nuestra vida, tan maravillosa y tan cruel en algunas ocasiones. ¿Quién nos mandaría nacer aquí? En realidad somos afortunados por nacer en un país de la Europa Occidental, España.

Fijémonos en la cantidad de lugares donde la pobreza y la violencia afloran y los derechos humanos escasean, si existen claro. Pues nos mandó nacer aquí, y no en un lugar cualquiera de esta patria, sino en el sur, auténtico paraíso, que solo apreciamos al conocer otros lugares mucho peores.

Pues incluso en el sur hay diferencias enormes, pobreza contra riqueza, paro contra trabajo, tristeza contra alegría, etc, pero lo que nos diferencia del resto de España y porqué no decirlo, del mundo es nuestra luz. Esa que por la mañana nos despierta con su calor en verano y con sus primeros rayos nos invitar a iniciar el día en las frías mañanas invernales.

No solo nos mandó nacer en el sur de España sino también crecer en un ambiente familiar idóneo. Afortunados somos por ello, que desde pequeños pudimos levantarnos tras una noche mágica y recoger los regalos que creíamos merecidos, que con los años nos permitió articular nuestro futuro entre colegios, institutos y universidades y que hace que en la madurez nos podamos permitir utilizar el tiempo necesario para ordenar nuestra ociosa vida.

Así son las cosas. Y en el fondo somos personas afortunadas, que disponemos de un don que bajo mi punto de vista es fundamental y que no apreciamos, la libertad. Esa que nuestros abuelos ni conocieron y que tanto añoraron, que nuestros padres por ella lucharon y a disfrutar empezaron y que nosotros que la tenemos apenas la valoramos. Son solo 8 letras que unidas nos hacen poder disfrutar de cosas tan sencillas como poder publicar estas humildes líneas que ahora leen.

También el destino nos regaló otro preciado bien de 5 letras SALUD. Que alegría que nuestros males sean la alopecia, la obesidad, el estrés o el “síndrome post-vacacional”, mientras que otras personas sufren otras como la desnutrición, el sida, la malaria y el no poder cerrar los ojos, porque tal vez jamás volverán a abrirlos. Curiosa la vuelta de campana que te puede dar el destino.

Por todo ello pienso que debemos ser consecuentes y pensar que las cosas verdaderamente importantes de la vida no son los coches nuevos, ni esa sudadera tan bonita que te has comprado, ni la pena que te da que por cuatro gotas se te fastidie el fin de semana. Lo importante es aquello que todos apreciamos tan solo cuando lo perdemos y que tanta falta nos hace, que se esconde entre la sencillez y el anonimato, dentro de una vida llena de falsa opulencia. Es tan importante que ni me atrevo a ponerle nombre. Esa decisión se la dejo a ustedes que sino se me duermen. Os