LA PENA DE MUERTE
Hace poco tiempo escuché que en 38 de los 50 estados que componen los EEUU aún se conservaba la pena de muerte como condena para los delitos de sangre. Me quedé sorprendido cuando leí que otros muchos países también pasaba lo mismo. La mayoría eran países subdesarrollados de África, pero me llamó poderosamente la atención como había otros no tan pobres como China, Japón, Chile, Turquía, etc.
Y me pregunté el porque los ciudadanos admitían tal barbarie y comparecían como sujetos pasivos ante el purgatorio. Investigué un poco y pronto llegaron a mis manos encuestas de las propias asociaciones de derechos humanos, en las que reconocían que la mayoría de los ciudadanos de los estados en los que existía la pena de muerte estaban “muy a favor” e incluso que los ciudadanos de los 12 estados restantes la deseaban fervientemente.
Queda claro que las asociaciones pacifistas-ecologistas-antiglobalización (compuestas por los mismos mendrugos que son guiados por otros mendrugos) se oponen. Eso sí, van de “progres”, y en sus manifestaciones asaltan pequeños comercios (y son antiglobalización), dejan sus restos esparcidos por todas las ciudades (y son ecologistas) y golpean a la policía, o a ellos mismos (y son pacifistas).
Hay datos estadísticos que reflejan como los delitos de sangre caen en picado en los lugares donde existe la pena de muerte (países desarrollados claro), y como sus ciudadanos piensan que los homicidas de tres al cuarto (la mayoría) temen mucho más el cometer sus brutales delitos. No es de extrañar, algún día nos debíamos plantear cuanto nos cuesta mantener a los presos en España. No cabe duda que carecen de unos de los derechos fundamentales, la libertad, pero en cambio comen, duermen, estudian, practican deporte, etc, y todo ello a costa de nosotros, los que sufrimos sus delitos.
¿Qué producen? Absolutamente nada. En muchos países los presos son obligados a realizar trabajos para la comunidad, para ganarse el pan y la cama. No me parece descabellada esa idea. Hay trabajos en España para los que no se encuentra mano de obra, y no se pueden llevar a cabo, y los presos dando vueltas por el patio esperando su hora de piscina y almuerzo. No digo que la vida en prisión sea fácil, dios me libre, pero creo que nos cuentan mucho, para no producir nada.
Volviendo a la pena de muerte resulta muy correcto decir que yo estoy en contra, pero pensad, humildes lectores que vierais a vuestra mujer, la que amáis con locura en manos de un violador ¿cómo actuaríais? Seguramente si pudieras lo matarías. Y su vuestra hija de 6 años esta siendo víctima de abusos sexuales y pillarais al infractor “in fraganti” no creo que le recitarais bellos versos de Machado.
Si, vosotros mataríais, pero no se puede estar de acuerdo con la pena de muerte cuando estos sucesos les ocurren a otras personas que no conocéis. Eso se llama falsedad. Seamos claros.
PD: Rafa Marino
Hace poco tiempo escuché que en 38 de los 50 estados que componen los EEUU aún se conservaba la pena de muerte como condena para los delitos de sangre. Me quedé sorprendido cuando leí que otros muchos países también pasaba lo mismo. La mayoría eran países subdesarrollados de África, pero me llamó poderosamente la atención como había otros no tan pobres como China, Japón, Chile, Turquía, etc.
Y me pregunté el porque los ciudadanos admitían tal barbarie y comparecían como sujetos pasivos ante el purgatorio. Investigué un poco y pronto llegaron a mis manos encuestas de las propias asociaciones de derechos humanos, en las que reconocían que la mayoría de los ciudadanos de los estados en los que existía la pena de muerte estaban “muy a favor” e incluso que los ciudadanos de los 12 estados restantes la deseaban fervientemente.
Queda claro que las asociaciones pacifistas-ecologistas-antiglobalización (compuestas por los mismos mendrugos que son guiados por otros mendrugos) se oponen. Eso sí, van de “progres”, y en sus manifestaciones asaltan pequeños comercios (y son antiglobalización), dejan sus restos esparcidos por todas las ciudades (y son ecologistas) y golpean a la policía, o a ellos mismos (y son pacifistas).
Hay datos estadísticos que reflejan como los delitos de sangre caen en picado en los lugares donde existe la pena de muerte (países desarrollados claro), y como sus ciudadanos piensan que los homicidas de tres al cuarto (la mayoría) temen mucho más el cometer sus brutales delitos. No es de extrañar, algún día nos debíamos plantear cuanto nos cuesta mantener a los presos en España. No cabe duda que carecen de unos de los derechos fundamentales, la libertad, pero en cambio comen, duermen, estudian, practican deporte, etc, y todo ello a costa de nosotros, los que sufrimos sus delitos.
¿Qué producen? Absolutamente nada. En muchos países los presos son obligados a realizar trabajos para la comunidad, para ganarse el pan y la cama. No me parece descabellada esa idea. Hay trabajos en España para los que no se encuentra mano de obra, y no se pueden llevar a cabo, y los presos dando vueltas por el patio esperando su hora de piscina y almuerzo. No digo que la vida en prisión sea fácil, dios me libre, pero creo que nos cuentan mucho, para no producir nada.
Volviendo a la pena de muerte resulta muy correcto decir que yo estoy en contra, pero pensad, humildes lectores que vierais a vuestra mujer, la que amáis con locura en manos de un violador ¿cómo actuaríais? Seguramente si pudieras lo matarías. Y su vuestra hija de 6 años esta siendo víctima de abusos sexuales y pillarais al infractor “in fraganti” no creo que le recitarais bellos versos de Machado.
Si, vosotros mataríais, pero no se puede estar de acuerdo con la pena de muerte cuando estos sucesos les ocurren a otras personas que no conocéis. Eso se llama falsedad. Seamos claros.
PD: Rafa Marino